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Argumentos, formalización y lógica informal (página 2)



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gica informal se ocupa de problemas filosóficos
genuinos, me parece conveniente mostrar, por medio de
la referencia a filósofos reconocidos y representantes de
diversas tendencias, que el problema de la formalización
de los argumentos no ha sido resuelto, como suele dar por
supuesto el deductivismo.

5.1. Informalismo
Algunos favorecen la idea que nunca será posible que la
lógica formal conquiste el reino del lenguaje natural u
ordinario; en concreto, algunos aspectos de los argumentos
(los pragmáticos, retóricos, dialécticos y contextuales, ya
mencionados) no son ni podrán ser representados, anali-
zados y evaluados adecuadamente por medio de ella (por
eso, en otros trabajos (Harada, 2007b) a esta postura la he
denominado “concepción fuerte” de la lógica informal).
Solamente voy a ofrecer tres ejemplos de autores que puedan
ser calificados de “informalistas”.
De nuevo, Gilbert Ryle en Dilemas afirma que no todas
las inferencias estrictas giran en torno de las constantes
lógicas reconocidas (conectivas, cuantificadores, etc.) ni
todas las expresiones tópico-neutrales del lenguaje ordinario
justifican ser tratadas como constantes lógicas (Ryle, 1987:
136). Por ello, la lógica formal ni siquiera agota el estudio
de la corrección formal y mucho menos de la informal.
La explicación de esto es que los lógicos “reclutan” ciertas
expresiones tópico-neutrales del lenguaje ordinario, pero las
entrenan para cumplir funciones distintas a las que tenían
asignadas originalmente (Ryle, 1987:136).
Por ejemplo, es un lugar común decir que las conectivas
lógicas (la conjunción, disyunción, condicional y negación)
no corresponden exactamente a sus contrapartidas en el len-

Si se quiere se puede remontar este problema a Leibniz. Pero el hecho es que
actualmente uno de los campos que se desarrollan con más rapidez dentro de la
lógica informal es el relacionado con la inteligencia artificial, pues se ha recurrido a
lo que ha descubierto la primera sobre los razonamientos y argumentos cotidianos
para tratar de programar computadoras y robots que se acerquen a la manera en
que efectivamente razonan y argumentan los seres humanos.
15. Creo que una de las consecuencias que se siguen de los teoremas de la incompletud
de Gödel es que no todo el conocimiento matemático puede ser formalizado (Hara-
da, 2006) y si éste no puede serlo, ¿será posible que sí lo sea la argumentación?

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16.
ridades.
17.
.
CIENCIAS HUMANAS Y DE LA CONDUCTA
guaje ordinario. En concreto, la conjunción (p. e. “Llueve y
hace frío”; en lenguaje simbólico: “p • q”), que es verdadera
sólo cuando sus conyuntos son verdaderos (por ello, posee la
propiedad conmutativa), sólo corresponde a algunos usos en
el lenguaje cotidiano de la palabra “y”, pero no a todos: una
conjunción veritativo-funcional (cuyo valor de verdad depende
únicamente del valor de verdad de sus conyuntos) es diferente
a una conjunción temporal (p. e. “Se casó y se divorció”), cuyos
elementos no se pueden intercambiar sin que se altere el valor
de verdad ya que su significado es, más bien, “y después”.16
Por otro lado, dentro de la lógica formal simbólica o
matemática expresiones como ‘pero’, ‘sin embargo’ y ‘no obs-
tante’ suelen ser consideradas como simples “conjunciones”,
pues cuando ocurren en un razonamiento sus condiciones
de verdad son las mismas a las de ‘y’ (en tanto de conectiva
veritativo-funcional). Sin embargo, cuando forman parte
de argumentos su función no es, simplemente, la de unir
de manera indiferente proposiciones o las premisas de un
mismo razonamiento, sino que pueden indicar la presencia
de un contra-argumento o, incluso, de una refutación.
Por otro lado, en Lógica, significado y ontología, Raúl Ora-
yen (1989) nos dice que la validez intuitiva (informal) no se
reduce a la validez formal, debido a que la clase de expresiones
lógicas (las “constantes”) de la que depende la última no se
encuentra bien definida. Orayen reconoce que los lógicos,
sobre todo, a partir del siglo xx, con las “lógicas divergentes”
o las “lógicas de muchos giros lingüísticos” (Orayen, 1989:
9) (esto es, las lógicas no clásicas), han ampliado en repetidas
oportunidades la lista de expresiones de ese tipo (p. 32), inclu-
yendo, con ello, expresiones modales, deónticas, epistémicas y
muchas otras. Sin embargo, le parece que sería completamente
temerario suponer que esas “ampliaciones” han cesado defini-
tivamente, ya que continuamente surgen nuevas estructuras y
giros en el lenguaje ordinario (Orayen, 1989: 210).
Finalmente, en 1981 Perelman pronunció una conferen-
cia titulada “Logique formelle et logique informelle”, en la
que identificó a ésta con la teoría de la argumentación. Y la
última pregunta que formula en ese trabajo es “¿se pueden
formalizar las técnicas argumentativas?” (Perelman, 1987:
20). La respuesta que ofrece es que aunque mediante ciertas
Grice (1995 y 1998) se opone al supuesto, compartido por autores tan diferentes
como Quine y Strawson, de que existe una disparidad entre las constantes lógi-
cas y sus contrapartidas en el lenguaje corriente y considera que su teoría de las
implicaciones conversacionales podría servir para explicar esas supuestas dispa-

Quine se refiere a los trabajos de H. R. Otto, The Linguistic Basis of Logic Transla-
tion (1978) y de H. G. Bonnert y P O. Backer Automatic English-to-Logic Translation
in a Simplified Model (1979).
convenciones previas se podría intentar reducir los argumen-
tos a un “cálculo de probabilidades” (dado que tienen que
ver con lo probable y no con lo necesario), no obstante, no
existe un acuerdo acerca de esas convenciones ni tampoco
sobre algunas nociones fundamentales (por ejemplo, qué es
un “argumento” o en qué constituye la “forma lógica” de éste)
así que semejante reduccionismo resulta impracticable.
En breve, los informalistas sostienen que no es posible
formalizar los argumentos, por lo cual la existencia de una
lógica informal dedicada a estudiarlos se encuentra plena-
mente justificada.

5.2. Formalismo
Otros filósofos de la lógica apoyan un optimismo forma-
lista, según el cual, a la larga, la lógica formal terminará
por absorber al lenguaje ordinario o natural, incluida la
argumentación dentro de él. Para ellos la única razón de ser
de la lógica informal es didáctica: es más fácil aprenderla y
también más útil para manejar el lenguaje ordinario, pero,
en el fondo, la única y verdadera lógica es la formal. Para
ellos la falta de axiomatización de la lógica informal es un
síntoma de la falta de rigor y seriedad de esta disciplina
(Pereda, 1995).
Por ejemplo, W. V. Quine confiaba en el proyecto de traducir
mecánicamente el inglés ordinario al lenguaje regimentado (for-
mal) (Orayen, 1989: 296).17 Recordemos que, por principio de
cuentas, su conductismo lingüístico rechaza la necesidad de las
nociones intencionales y, por supuesto, de las pragmáticas (Qui-
ne, 1977), pues aunque criticó algunos “dogmas empiristas (o
positivistas)”, mantuvo cierto cientificismo y reduccionismo.
Igualmente, en Introducción a la lógica formal, Alfredo
Deaño sostiene que no hay que dar al lenguaje natural por
imposible para la lógica formal o que no hay que pensar que el
lenguaje natural puede escapar a la lógica, sino que más bien,
hay que ver en el lenguaje natural una fuente de estímulos y
de exigencias para la construcción de cálculos más adaptados a
las complejidades de ese lenguaje (Deaño, 1978: 335). Pero hay
que decir que el optimismo del filósofo español no se funda
tanto en el desarrollo de la lógica clásica, sino más bien de la
lingüística y, ante todo, de las lógicas no clásicas, por ejemplo,
la lógica difusa, la cual es capaz de analizar las relaciones de
inferencia entre enunciados sobre conjuntos borrosos (Deaño,
1978: 334). Por ejemplo, un conjunto de los calvos es borroso
ya que no existe un criterio preciso para determinar cuándo
alguien pertenece a dicho conjunto. Así, mientras la lógica
formal tradicionalmente ha tratado de evitar, por medio de
los expedientes del lenguaje simbólico y la formalización, la
ambigüedad y vaguedad del lenguaje ordinario, la lógica difusa
o borrosa se hace cargo de estas características.
134
HARADA OLIVARES, E.
ARGUMENTOS,
FORMALIZACIóN Y LóGICA INFORMAL

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18.
135
CIENCIAS HUMANAS
Y DE LA
CONDUCTA
Es más, siguiendo a filósofos de la lógica como Susan Haack
(1978 y 1979) y Lorenzo Peña (1983), se puede decir que al igual
que la lógica informal, algunas lógicas no clásicas (por ejemplo,
la paraconsistente o la que acepta cierto tipo de contradicciones
al interior de los sistemas formales) son respuestas teóricas,
filosóficas y prácticas a las limitaciones de la lógica formal de-
ductiva clásica frente al lenguaje ordinario, en concreto, respecto
de los razonamientos y argumentos expresados en éste.18 Es
decir, para algunos filósofos de la lógica la alternativa frente a
los límites de la lógica formal no son ni la lógica informal ni
la teoría de la argumentación y, mucho menos, un desesperado
informalismo, sino una nueva clase de formalismo: el no clási-
co. En México, Raymundo Morado (2000 y 2004) se encuentra
entre los filósofos que no quieren renunciar al “rigor formal” y
que apuestan por las lógicas no-monotónicas para dar cuenta
de las inferencias cotidianas (pues una característica típica de
éstas es su carácter retractable por un cambio en el contexto
debido al aumento de información disponible).
La dialéctica formal o la lógica del diálogo de Lorenzen,
Barth y Krabbe (1992) y la pragmática formal de Richard
Montague (1974), discípulo de Chomsky, son otras dos
tentativas de formalizar lo que hasta ahora se ha resistido a
ello (a saber, el diálogo y lo pragmático).
Curiosamente, otro apoyo para la tesis “formalista no
clasicista” no proviene de los lógicos formales o de los teó-
ricos de las lógicas no clásicas, sino de dos de las principales
figuras dentro de la lógica informal: John Woods y Douglas
Walton, pues en Argument, Critical Thinking, Logic and the
Fallacies (escrito junto con Adrew Irvine) recurren algunas de
dichas lógicas (en concreto, la relevante, multivalente, modal
y deóntica así como la paraconsistente) al tratar de explicar
ciertos argumentos tradicionalmente considerados falacias
informales, es decir, las que no son formalizables.
Y aunque no se puede descartar a priori la posibilidad que
algún día los argumentos o la argumentación misma lleguen
a ser completa y satisfactoriamente formalizadas (obviamente,
del hecho que, hasta el momento, no lo hayan sido, no se debe
inferir que ?necesariamente? no pueden serlo)19 y es cierto
que intentar alcanzar el desideratum formalista puede ser muy
productivo desde el punto de vista heurístico (sea cuál sea el
resultado, se puede aprender mucho en el camino al tratar de
alcanzar ese objetivo), 20 el punto es que las lógicas no clásicas
continúan el imperialismo formalista por otros medios; en
cambio, la lógica informal busca una alternativa fuera de él.
Pero, ya para finalizar, lo que deseo recalcar es que, indepen-
dientemente de quienes tengan la razón, ya sean los informa-
listas o los formalistas, el problema de “si los argumentos son
formalizables” es uno de los principales problemas teóricos y
filosóficos de la lógica informal y que, por las razones antes

C I E N C I A e r g o s u m , V o l . 1 6- 2, julio- octubre 2 0 0 9.
expuestas, no sólo es un problema exclusivo de ella, sino
que sigue abierto, por lo cual, como he tratado de mostrar
a lo largo de este artículo, la filosofía de la lógica debería
ocuparse de él.21
De hecho, como acabamos de ver, algunos filósofos
reconocidos (tanto informalistas como formalistas) lo han
mencionado, aunque pocos lo han abordado de manera sis-
temática, pues la mayoría de ellos ha asumido erróneamente,
que los razonamientos, sobre todo los deductivos (que sí son
formalizables), son iguales a los argumentos.
Otros dos problemas de la lógica informal, derivados del que
he presentado en este trabajo, son encontrar criterios informa-
les para la evaluación de los argumentos, así como métodos,
también informales, para representar su estructura. Pero, ob-
viamente, antes de pretender resolverlos hay que reconocer que
tales problemas realmente existen. Colaborar a que suceda esto
último ha sido el modesto propósito de este artículo.

Aunque sería completamente falso decir que todas las lógicas no clásicas tienen
ese origen, pues muchas de ellas han surgido motivadas sólo por consideraciones
puramente formales o intrínsecas (C. Alchourrón, 1995, p. 44).
19. Algunos han tratado de ofrecer demostraciones a priori o necesarias que es posible o
imposible que el lenguaje natural puede ser completa y adecuadamente formalizado
por algún lenguaje formal o que la forma de pensar, razonar o argumentar puede
ser simulada fielmente o realizada por algún programa computacional o máquina,
por ejemplo, interpretando de cierta manera los resultados o consecuencias de los
teoremas de la incompletitud de Gödel (existe un acuerdo entre los especialistas
acerca de una de las consecuencias de esos teoremas: no podemos especificar for-
malmente la suma total de nuestro conocimiento matemático o un sistema formal
que codifique exactamente la habilidad aritmética humana y que encarne sólo las
verdades matemáticas que aceptamos o agote todo nuestro conocimiento matemá-
tico, lo cual, obviamente, guarda cierta similitud con el asunto que nos ocupa), sin
embargo, me inclino a pensar que éste es un asunto más bien contingente.
20. Como ha señalado Popper (1994), los programas reduccionistas siempre han traído
consigo un avance en el conocimiento, el cual, en parte, compensa el dogmatismo
que suelen acarrear. En particular, no me cabe la menor duda que los proyectos de
formalización de los argumentos, una vez que se reconozca que son diferentes a
las inferencias y los razonamientos, producirán mucho conocimiento útil, incluso
para los informalistas.
21. El anterior no es, desde luego, el único problema filosófico que se deriva de los
objetivos que persigue la lógica informal y de su objeto de estudio. Mencionaré
otros dos: encontrar criterios informales para la evaluación de los argumentos y
métodos informales para analizar y representar su estructura. De nuevo, esos pro-
blemas no son exclusivos de la lógica informal, pero ella puede ofrecerles una
respuesta especial, diferente a la que pueden proporcionar otras disciplinas.

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